SONETO
Caridad, discreción, bondad y ciencia
Fue la enseñanza de tu alma bendecida,
Sin que jamás sintieras conmovida
La tersa y dulce paz de tu conciencia.
Al cumplirse en ti la fatal sentencia
Que nos impone Dios, al darnos vida,
Tu materia mortal, quedó dormida
Tu espíritu inmortal, voló a su Esencia.
Y, si tu cuerpo sucumbió rendido
Al peso del deber santo y sagrado,
Sacerdocio por ti siempre ejercido,
Tu alma feliz en la celeste altura
Goza por siempre, en premio merecido.
De inefable reposo y de ventura.
A. José Villén
Rute, Enero 1907