martes, 9 de enero de 2007

Ante el cadáver de mi tío

Te veo, y pongo en duda que seas materia inerte
que avaro el Cementerio mañana guardará...
¿Morir tú, que triunfaste mil veces la muerte?
¿Morir tú, tan robusto, tan saludable y fuerte?
¿Morir la ciencia misma?... ¡Oh, nunca morirá!

O yo sueño, o tú duermes... No puede ser, Dios mío;
tu muerte es un estrago para esta población,
sin ti, en el alma todos sentimos un gran frío,
tu muerte al pueblo entero querido y noble tío
de grandes amarguras le llena el corazón.

¡Despierta de ese sueño que causa nuestras penas,
y vuelva entre nosotros el sabio sin igual!
¡Tu sangre novilísima circule por tus venas
y veamos tus pupilas tranquilas y serenas
mirarnos como siempre de un modo celestial!

Pero ¡oh dolor horrible, oh amargo desconsuelo!
Tu muerte están cantando de un modo bien fatal,
aquellos cuatro cirios testigos de mi anhelo...
mientras compadecido me escuchas desde el cielo
pidiendo a Dios remedie de tu partida el mal.

Inmensas cataratas que con fragor horrendo
trepáis de la alta peña; borrascas de la mar,
volcanes que arrojáis con furia lava ardiendo,
tormentas que el espacio cruzáis con ronco estruendo
cegando nuestros ojos el rayo al vomitar.

Pero ¡oh impotencia mía! Tan grande y noble fuiste,
que solo puedo lleno mi pecho de emoción
pensando en ti con pena y en tanto bien que hiciste,
dejar mi pobre pluma acongojado y triste,
callar mi torpe lengua ¡y que hable el corazón!

Juan Vida Ariza
Rute, 24 Enero 1907