martes, 9 de enero de 2007

D. FRANCISCO SALTO

¿Quién fue D. Francisco Salto? ¿Cómo trazar su silueta siquiera en sus rasgos más culminantes y personalísimos? El cúmulo tal de sus virtudes personales y médicas y la penosa impresión producida por su funestísima pérdida, hacen rebelde el pensamiento para discurrir sobre aquellas y embotan la memoria para evocarlas en toda su integridad y magnificencia.

¿En qué proporción se deban en él sus facultades médicas y sus bondades y perfecciones personales? Con ser aquellas eminentes creo que se hallaban en predominio éstas, bien que avalorando y complementando las primeras, resultando de su consorcio el médico modelo, un rarísimo compuesto de aptitud científica y resignación y caridad cristiana. Fue un altruista, un pródigo; presidió todos sus actos profesionales el más alto desinterés, siendo la finalidad ética la característica de sus actividad increíble. Penetrado de que su profesión tanto o más debía moverse a impulsos de la caridad y amor al prójimo que del lucro y medro personales, hizo de su carrera un sacerdocio derrochando en bien de la humanidad todas sus energías y actividades.

De un modo consciente ha realizado una labor cristiana y de titanes que le han granjeado el concepto y la estimación de algo así como una institución benéfica al servicio permanente del dolor y la miseria.

Su espíritu, por encima siempre de la intriga y miserias, que son cortejo obligado de las relaciones de los hombres, no lastimó jamás a la amistad con sus maledicencias y defecciones, fue, en mi concepto, algo más que un médico insigne Don Francisco Salto; fue, para decirlo sencillamente, de un modo sintético, un santo.

Y si de un santo y de un sabio se trata, que ha vivido largo tiempo entre nosotros, honrándonos con su presencia y sacrificando incondicionalmente su libertad a la necesidad y capricho ajenos, justo es, dando con ello una muestra de cultura, que no nos limitemos en nuestros homenajes y honorificaciones a la imponente manifestación de duelo tributada a su cadáver, haciendo algo que perpetúe la memoria de la obra colosal de Don Francisco Salto.

Juan J. Pérez